domingo, 23 de agosto de 2009

MILNOVECIENTOSNOVENTAITANTOS

El amor es un animal salvaje eso lo sabía de antemano cuando te conocí sin conocerte y casi sin conocerme en el aspecto de mi debilidad por los rostros de niña como el tuyo, no imaginas como te quería ex-mujer de mi vida, es que realmente no lo sabes...

Pasamos los primeros 5 o 6 meses odiándonos u odiando el hecho de querernos como perros salvajes, que delimitan su territorio con orines, tu me lo delimitaste con tu actitud ácida y fría como las mañanas de julio en lima, yo lo único que hice fue seguirte en todas tus idioteces con verdadero fanatismo, sabes ahora que lo pienso no lo comprendo del todo pero en ese entonces era lo que debía hacer, ir tras de ti para recoger todo lo que tiraras, borrando tus huellas, limpiando todo lo que ensuciabas con tus malas actitudes (Lástima lo de tu cara de ángel, esa que no iba para nada con tu verdadero rostro)

Vanne yo no sé que fue lo que te hizo descubrir que el mundo ya no te gustaba en absoluto, espero no haber sido yo, hubieron días en los que te quise mucho, eso sí que lo sé a ciencia cierta, pero tu conducta nunca reflejó lo que por lógica debía reflejar, nada más que eso, inconformidad...
Yo jamás he sido un niño bueno, es más ni siquiera me aproximo al concepto en sí, si es que este existe, claro está.

Vivo en un suburbio de la ciudad al lado de una tienda y rodeado de buenos amigos, esos que se hacen de niño y para siempre, los de la bicicleta y de las rotundas sacadas de mierda; estudio y trabajo, lo primero para mantener mi cerebro activo, lo segundo para satisfacer la insuficiencia alcohólica, esa que me gusta cultivar a los ojos del mundo con frescura, sin vergüenza, con estilo.

Tu llegaste de la nada, por accidente, como ocurren la mayoría de las desgracias, nos encontramos en ese instituto de la avenida transitada, tres clases juntos y medio año de locura, o mejor dicho de tortura por delante. Cuando te conocí jamás pensé que ocurriría algo entre nosotros, pero de plano había algunos días en que me sorprendía contemplándote sin parar en la odiosa clase de matemática, en la odisea que era llegar a captar tu atención y que me pegaras esos ojos incoloros a mi iris color deseo...

Todo se dio tan rápido, ninguno de los dos pudo detener la estampida, la turba de sensaciones que acabó por enterrarnos a ambos bajo una montaña de odio y saliva, la misma que me convenció que por esa temporada debía quererte como nunca quize hasta casi llegar a amarte de verdad, pero claro está con muchas mentiras de por medio.

Guardo todavía algunos recuerdos tuyos en mi cabeza, a veces al despertar te llamo. Quizá nunca aprendí a olvidarte del todo como se olvidan las clases de lógica proposicional o algo parecido.

Pero hubo un día en particular, un día tenebroso en el que te perdí en absoluto el respeto, tu lo provocaste, nunca supe como es que suceden las cosas, ni menos por que, lo único que se, mujer ondulada, es que algo se rompió ese día, algo que entre tu y yo jamás volvería a ser igual.

Era viernes, lo recuerdo por que había planeado tomarme unos tragos con mis amigos a la salida del instituto. Terminó la clase de mate, salimos como estampida de monos gritando por libertad y por alcohol y así lo hicimos, nos dirigimos directamente a la licorería más cercana, compramos luego dos botellas de ron rubio, como tu, yo solo quería embriagarme a vaso limpio de todas las dudas y desencantos que había sufrido contigo a fuerza de no querer dejarte ir y eso era precisamente lo que empezaba ya a hacer cuando te hiciste notar como contundente protagonista de cuanta historia te tocase interpretar, te hayan invitado o no, no podías quedar fuera de ninguna manera, tu siempre fuiste la actriz principal sea la buena o la villana, todo te quedaba bien, excepto yo..... Apareciste entonces en escena para desbaratar lo que en comienzo era un intento de olvidarte sin olvidar lo elemental, es decir, todo...

Lo hiciste suave esta ves pero se sintió fuerte en mi percepción y en lo que quedaba en pie de mi endeble orgullo cansado de olvidar también lo elemental de lo que es digno, es decir absolutamente todo...

Tu compasión, tu vida, donde la perdiste, ¿Qué te hizo quererme hasta el punto de no sentir más que odio por mi?, yo no esperaba más de ti que me quisieses para toda la vida, pero todo era demasiado para ti y muy poco para mi, y como consecuencia al final perjudicial para ambos e ilógico para el resto de la multitud atenta que observó la hecatombe de nuestra hermosa relación de cuento de terror mal contado.

Tomaste la botella de ron más grande que encontraste (¿bueno, al fin y al cabo eran iguales no?) y la vertiste en mi confundida cabeza, que aún no entendía lo que pasaba en los instantes que narro, no sabía que hacer o decir, el silencio acordado por todos los presentes me hizo realizar el acto más humano del mundo, huir, salí de la escena caminando, según mi punto de vista ridículamente rápido, como caminan esos deportistas en la competencia de caminatas. Lo habías arruinado todo nuevamente pero esta ves fue como distinto, como salido de tono, desde ese momento empecé a sentirme diferente con respecto a ti, en ese preciso instante respiré del aire que me había negado a recibir por influencia tuya, me sentí extraño, leve, importante, libre.

Pero eso no bastaba para hacerme sentir mejor, tu me dibujaste el estilo de vida con tus tonterías por demasiado tiempo cronológico (ese que vale de veras), y por esta ocasión de una vez por todas me tocaba dibujar a mi, era mi turno de dirigir las cosas hacia donde deberían estar al menos desde mi casi paranoico punto de vista (que reinaba con suma habilidad mis actos en ese momento), no hice nada en especial al llegar a mi casa ese día, sólo me di un baño y me senté en la sala, la que esta adornada con aquellos horribles conejos de arcilla que tanto odia uno de mis amigos, me coloqué sobre uno de los muebles a esperarla, y por una ves en la vida supe exactamente que hacer.

El timbre sonó repentinamente, era ella, lucía mejor que nunca, un jean apretadito, un top pequeñísimo y la carita de ángel por la que antes había sucumbido, no dije nada, ya sabía lo que pretendía desde que llegué a casa a darme un duchazo con masturbación, por última ves en su memoria.

Dije hola y ella empezó la danza, esa que nos conducía al morbo, para llegar luego al placer y por consiguiente al olvido por negación de la lógica por lo inmoral, además de reemplazar lo correcto por lo divino o en otras palabras, dignidad por nada. Jugué por un momento, acepto que era algo que me gustaba, pero luego llegó nuevamente la sensación de ligereza, de libertad y ayudado por la furia, me puse de pie, por que ya estaba echado y ella prácticamente sin ropa, le dije varias cosas, algunas no las recuerdo y otras las recuerdo pero preferiría olvidar, ella de pronto se tornó violenta, me dijo que nunca me había querido, que yo sólo era un juguete de su placer, y muchas cosas mas que sólo pueden salir de la boca de alguien maligno, luego empezó a arañarme con suma fuerza la cara, como otras veces, y como yo nunca había hecho antes, por que jamás haría algo así, le respondí.

Cargué durante varios segundos mi ira y de un solo golpe la dejé inconsciente, quise asfixiarla en serio pero todo ya había llegado a un nivel que al menos para mi era desmesurado, excesivo, lloré un momento sentado, callado, semidesnudo, mirando a la mujer por la que me había vuelto loco por mas de 6 meses y por la que mi vida jamás seria igual.

A veces lo maligno lo atrae a uno hacia lo más puro, pero eso nunca fue ni será lo que nos pasó Vanne, tu influencia para lo que resta de mi vida nunca se borrará del todo, a veces quisiera olvidarte para siempre y volver a empezar pero tu y yo sabemos que algún día nos volveremos a juntar para saldar la cuenta que nos tenemos, para pagar deudas, para no separarnos.

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